D. Juan Ignacio Martinena Flamarique, nació el 1 de noviembre de 1.934 en Tafalla; hijo de Julio y Gloria, fue el benjamín de 3 hermanos, (los tres religiosos).
Siguiendo los pasos de su hermano mayor, Carmelo, ingresó en el Seminario de Pamplona donde finalizó sus estudios en 1959, ese año pidió una dispensa para licenciarse en Filología por la Facultad de Comillas. Fue ordenado sacerdote el 25 de junio de 1961 en el Seminario de Pamplona.
Su primer destino como sacerdote fue Corella, donde ejerció como coadjutor durante 2 años, durante los cuales, también, dio clases de Latín en el colegio de las Madres Mercedarias de la localidad.
Su primera relación con nuestro colegio fue en septiembre de 1964, cuando ante la necesidad que tenía el Centro (fundado 5 años antes) de profesorado, fue destinado por el Arzobispado como párroco de la vecina localidad de Arbeiza y como profesor de Lengua Castellana y Latín en el Colegio; así empezó un vínculo que se mantuvo hasta el año 2.016, prácticamente toda su vida.
En el año 1.967 fue nombrado subdirector del Colegio, cargo que ejerció hasta septiembre de 1.973 cuando tomó la responsabilidad del Colegio como Director Titular hasta junio de 1.991.
En estos 18 años logró estabilizar el Colegio y mantenerlo a flote durante los convulsos años de la transición. Tuvo que acometer la implantación de la EGB y el BUP en los 70; los conciertos educativos, la dirección tripartita y el COU en los 80. Como dijo uno de sus exalumnos, » su llegada como director supuso una bocanada de aire fresco para todo la comunidad educativa, por su talante afable y su apuesta por el trabajo en equipo. «
Cuando dejó el cargo en 1.991 se tomó un año sabático para dedicarse a profundizar en su “pasión”, la teología, realizando estudios en Vitoria. Eso sí, no dejó de estar vinculado al colegio, ya que con la nueva dirección siguió colaborando como miembro del Equipo Directivo.
Durante estos años ejerció su labor pastoral como capellán de las Concepcionistas Franciscanas Recoletas en Estella, párroco del Valle de Lana y capellán de las Agustinas Recoletas de Pamplona; para finalmente, volver a su Tafalla natal, donde, en estos últimos años, ejerció como colaborador de las parroquias de la ciudad y capellán de las
Residencias de San Severino y de las Hermanitas de ancianos desamparados.
En fin, toda una vida dedicada a los demás, y con especial cariño a nuestro Colegio. Se nos ha ido una persona honesta, siempre leal y amante de la justicia, generosa y humilde, pero por encima de todo sacerdote que amaba a Dios, a la Virgen y al prójimo.
Dios lo tenga en su gloria.